La impotencia ciudadana frente al delito
Quién puede dudar que la
violencia y los delitos han aumentando en número y frecuencia en la mayoría de
nuestros países sobre todo en Latinoamérica donde las condiciones son más
propicias por falta de estrategias adecuadas.
Los
ciudadanos mezclamos una serie de sentimientos frente a ello que van desde la
indiferencia hasta el miedo, sin embargo por lo menos en mi país, Perú, lo que
la gran mayoría de personas sienten es impotencia, por ejemplo: cuando la
seguridad pública no está presente en los momentos de crisis de seguridad,
cuando cometen abusos o actos de corrupción, cuando son indiferentes ante las
denuncias, cuando un mal juez le abre las rejas a un delincuente avezado,
cuando no impone una sanción ejemplarizadora frente a un delito agravado,
cuando los políticos de turno son indiferentes a temas como estos.
Cómo no
sentir impotencia cuando nuestros jóvenes hijos salen los fines de semana y no
tenemos la seguridad que llegarán a salvo al hogar, cuando tenemos que salir
dejando la casa a solas, cuando acudimos a una reunión y no tenemos un sitio
seguro donde dejar el automóvil.
Cómo no
sentir impotencia cuando pensamos que a pesar de asumir una cultura de
prevención y seguir una serie de normas y recomendaciones de acuerdo a nuestro
riesgo, podríamos convertirnos fácilmente en la próxima víctima del abanico de
delitos que se dan en diversos ámbitos del país.
Acaso no
queremos darnos cuenta que en esa coyuntura los presos somos los ciudadanos al
tener que vivir entre rejas, con un ojo abierto, cuando la economía permite
convivir con una serie de artículos, sistemas, equipos y servicios de seguridad
y todo ello por una sola razón; los dueños de las calles son los delincuentes o
pandilleros y la ausencia de seguridad pública es más que evidente, como
siempre el hilo se rompe por el lado mas débil y son los más pobres los que son
más vulnerables a estos fenómenos, será por eso que equivocadamente cada cierto
tiempo observamos como intentan hacer justicia con mano propia en zonas
humildes de la ciudad.
Pero el
temor de los ciudadanos no es el resultado únicamente de haber sido víctima de
algún delito, ya que este se nutre como toda sensación subjetiva de diversos
factores, como por ejemplo; los 15 primeros minutos de los noticieros de
televisión o radio, las primeras planas o páginas policiales de los diarios,
también está la desconfianza en las instituciones públicas que tienen que ver
con la problemática, la desconfianza que hoy tenemos en las otras personas, es
cierto que la nefasta experiencia de haber sido víctima de algún delito o
conocer de una experiencia vivida por un familiar, amigo o conocido, induce a
que se incrementen los niveles de miedo.
Hay
preguntas recurrentes por qué aumentan los delitos y qué se puede hacer, lo
primero es que vivir en una urbe de más de ocho millones de habitantes tiene
sus costos y es predecible que ocurran un cierto número de accidentes y
delitos, el problema es cuando estos aumentan en frecuencia y número. Los
delitos tienen una naturaleza pluricausal por ello que la respuesta para su
control tiene que ser multidisciplinaria, es por esto que vengo sosteniendo
públicamente desde el año 98 en diversos artículos que se trabajen algunos
factores que en mi opinión son los desencadenantes como la exclusión social, el
aumento del consumo de alcohol y drogas, la facilidad de poder adquirir un arma
de fuego, la falta de una oportunidad digna a nuestra juventud, son factores
determinantes para que se incremente la criminalidad.
Definitivamente las asimetrías, las faltas de oportunidades reales ultrajan la dignidad de las personas y abren las puertas para ingresar a un estado donde es fácil incubar el delito.
Definitivamente las asimetrías, las faltas de oportunidades reales ultrajan la dignidad de las personas y abren las puertas para ingresar a un estado donde es fácil incubar el delito.
A pesar
de la inestabilidad de la economía mundial, nuestro país viene atravesando por
un buen momento en varios de sus sectores productivos, sin embargo quiero
puntualizar que la sola bonanza económica no es un antídoto para la
criminalidad, hay naciones prósperas pero con serios problemas de inseguridad
ciudadana, además cuando el narcotráfico y el crimen organizado se instalan en
un país, las tasas de delito se incrementan dramáticamente.
Es
importante comprender que una buena política de seguridad pública, es manejar
una buena política social, paralelamente se debe atender la problemática de
inseguridad ciudadana del país y al mismo tiempo las particularidades propias
de cada región, provincia y distrito, donde se viven situaciones distintas, no
olvidemos que el Perú es un mosaico de realidades, además el delito se ha
globalizado; las respuestas de seguridad tienen que asociar estrategias de
lucha internacional con las estrategias del orden local, delitos como la
pedofilia, el tráfico de drogas, delitos por la red, o el terrorismo son hoy
enemigos en común.
Definitivamente
el miedo al delito se encuentra en gran medida moldeado por el riesgo percibido
de victimizacion, hoy no importa la clase social, ni el género, el miedo a ser
víctima de algún delito permea la forma de relacionarse con la ciudad, a esta
altura del artículo preguntémonos:
¿Siente
el lector a la delincuencia como una amenaza? Seguramente es cierto que el
miedo al delito afecta a más personas que el delito en sí mismo y ello incide
directamente en el bienestar emocional de los ciudadanos.
Finalmente
será muy difícil que un País pueda tener un crecimiento sostenido si sus habitantes
no tienen seguridad en su vida cotidiana.
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